jueves, 6 de diciembre de 2012

Puntos de vista (2008)


I.

Ella

Me parece que está dormido. Si, efectivamente... Sus ojos están cerrados, y ni responde a mis caricias. Duerme. Se ve más lindo cuando duerme. Me acurruco a su lado.
Preferiría verlo despertar, que me cuente que siente, que espera. No consigo conciliar el sueño... ¡Qué bien que estuvimos juntos!

Él

No, no quiero quedarme despierto. Quizás si cierro los ojos, creerá que estoy durmiendo. Prefiero no hablar. En la penumbra que preanuncia el sueño, la imagino. Ahí me acaricia, dios, como quisiera responder, pero no. Hoy no puedo hablar. Son demasiadas sensaciones encontradas como para ensuciarlas con palabras. ¡Que bien que estuvimos, juntos!

Ella

Me estoy cansando....¡Despertate! Quiero gritarte que te quiero, ayer no te respondí. Te siento respirar, ¿Qué estarás soñando? Ya no te intento abrazar como hace unas horas. Me acuesto de lado y me opongo a tu paisaje entre mis sábanas.
La ventana, curiosa, me cuenta que el sol está comenzando a aparecer... ¿Despertarás? ¿Te quedarás entre mis pliegues, o huirás ante la primer señal que te abrume?

Él

Si, creo que pasaron un par de horas, lo sé porque el sol está apuntando a nuestra cama. Y ella sigue ahí. Mejor dicho, yo me he quedado acá, yo he saltado mi propio muro. Y acá estoy. Y no quiero... no quiero abrir los ojos. ¿Recordará que le dije, muy despacio, que la quería? Se me escapó, ni lo tenía planeado. Es dificil sacar a relucir las emociones que a flor de piel suelen traicionarnos. Cada tanto me gana el pasado inexpungable. Tengo la sensación que esta es la vencida...

Acercate que el sol no es suficiente abrigo...
No, deja.

Me acerco yo.


II.

Ella

Mmm, mira quien vino a aparecer, interrumpiendo mis meditaciones matinales. Se me acerca y lo abrazo, también. Y termina el sol de despuntar...

- Chist... ¿estás despierto?

-Sí. Quería decirte...

(ella, al mismo tiempo) -Quería decirte que..

-Vos primero, dale.
-No, en serio, vos...

-Dale, dale, ¿que querés decirme?

-Bueno, que te escuché

-¿Qué?

-Que te escuché, y que yo también...

-¿Vos también que? -Te quiero.

-Ah.... (sonriendo) si, si sabía...

-Bueno, eso.

Ella (nuevamente)

¡Dios! Tantas cosas que quería decirle, y me trabé. Como suele ocurrirme. Las palabras me hacen frente cuando pretendo hilarlas en frases con sentido. Sólo eso y realmente eso. Que lo quiero.

El

Bueno, al menos me escuchó. No lo niego, hubiese preferido más. Parece un cofre de mil llaves, y yo no soy, precisamente, muy diestro con las cerraduras. Vuelvo a abrazarla, es allí donde nos entendemos. El lenguaje de las señas, parece ser el que mejor nos funciona.

Ella
¿No vas a responder nada? ¿Sólo un insípido, 'Si, ya sabía'? Igual... yo tampoco pude decirte tanto. Pero de todas formas.... no se. No hay abrazos que suplan lo que no sabemos decirnos. Y me abrazás mas fuerte, te siento tan cerca... es imposible conservar la cordura.

Y allí vamos, otra vez.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Latinoamérica


La imagino enorme. Erguida en el sur del océano Atlántico. Bueno, el sur lo llamamos, más por convenciones geográficas y políticas que a esta altura del mundo no discutimos: sabemos que el sur queda en el sur y el norte en el norte porque hubo quien, con autoridad suficiente –o prepotente- lo impuso. Y así quedamos, rezagados al sur de mundo que no por estar abajo resulta menos importante.

                La imagino, ante todo, bella. Tierra de colores, de texturas inconmensurables a la vista humana. Surcos profundos de aguas que cruzan de oeste a este, panzas de montañas en tonos del color de la tierra,  de tantas y variadas alturas, valles escondidos y la inmensidad de la planicie. Los mares hinchados de peces y luego, orgullosamente verde, la selva.
La imagino misteriosa. Una vieja sabia; como quien puede contar las historias más antiguas; como quien logra encandilarte con el brillo de la magia que encierran sus orígenes.

                Latinoamérica, Iberoamérica, América Latina. Aquí, nuevamente la convención. Esa forma arbitraria de nominar, las palabras que llevan, en su formulación, la historia de las cosas.  Historia desgarrada de luchas, de pujas por la dominación, o la usurpación directa de este continente tan preciado. Hay quien me contó, alguna vez, que la historia  de la humanidad debería ser la de los diccionarios vigentes en cada momento, puesto que ellos tienen condensadas las victorias de los poderosos que supieron dar nombre. Es sabido es que quien nomina, ejerce poder.
Las palabras resultan esos significantes fuertes que nos muestran que esta tierra late, siente y vibra como un enorme ser vivo.

                América Latina dividida en países. Formalismos que encierran la derrota de las luchas que buscaban unir en un sólo ideal de Patria Grande, el enorme territorio que hoy abarca América del Sur. Las heroicas gestas de Bolívar y San Martín, las huestes de ejércitos que se embarcaron en la ardua tarea de unificar lo que las potencias realistas pretendían disolver en países diseminados arbitrariamente. Muchas de esas divisiones quedaron marcadas a fuego en la historia de los países… Sin embargo me pregunto: qué pasaría; si hoy pudiéramos ver como en una película, los sucesos de América Latina en el último tiempo, indistintamente de la procedencia por país. ¿Qué veríamos?
                Sin dudas que emerge, como faro y promesa de continuidad, la aplastante victoria de Chávez en Venezuela. No sólo contra Capriles, sino contra todo un sistema de medios puesto al servicio de la desinformación, y de la mentira. Chávez se queda, y a su paso Venezuela se transforma.
                Más al norte veríamos la heroica resistencia de una isla que enfrenta, desde hace medio siglo, un injustificado bloqueo que buscó dejarla aislada, pero             que no lo logró. En su lugar brotaron las raíces y semillas de pequeñas revoluciones que Cuba esparce a los demás territorios. Recordándonos que ella vive, en la medida que podamos hacernos cargo de su historia, y continuarla.
                ¿Qué más veríamos? Un paisito pequeño, con gran cantidad de paisajes, con selva, montaña y playas cristalinas, que pondrá en breve su destino a prueba de votos. El histórico Guayaquil mira, mientras Correa disputa una nueva elección, y con ella su continuidad en un proceso largo, con vaivenes, donde el buen vivir intenta hacerse lugar. Una reforma universitaria en curso y el convencimiento de que la revolución, sin educación no llega a buen puerto.
                Bolivia, tierra de contrastes. De heroicas luchas, de pueblos oprimidos desde el comienzo que supieron ver, hace unos años, como uno de los suyos asumía el mando del país. Hoy se juegan los desafíos de la continuidad de aquel momento en que se dio por tierra  con una constitución infame y se puso en pie un referendo y con él una nueva constitución: El Estado Plurinacional que se mantiene y que sabe dialogar con los sectores que le exigen. Un presidente con la suficiente humildad como para pedir perdón cuando hay exabruptos en los intentos de modernización. No es poca cosa.
                Y más al oeste Colombia que intenta luego de muchos años lograr un proceso de paz con sus históricas fuerzas guerrilleras. La tierra americana que tantos intentos revolucionarios conoció, que supo de colectivos organizados que soñaron y pelearon por un continente soberano, libre.
                Los países del Cono Sur, Chile en sus encrucijadas, con un pueblo digno que resiste a los embates de la derecha, con un movimiento estudiantil de pie que reconoce en la educación la puerta de la liberación verdadera. Argentina que se mueve entre aguas que a veces pueden resultar turbulentas: tanta sigla marcada de números y letras nos hace pensar que, hoy más que ayer, el desafío se encuentra en tener propuestas reales, genuinas intenciones de llevarlas adelante; sabiendo que  las memorias de los últimos diez años no se pierden. Así como no se han perdido las memorias más viejas, las que se guardan dentro para –intentar- no repetir.
                Al sur, bien al sur, “la pequeña suiza”, mal llamada por quienes pretenden alejar a Uruguay de su raigambre latina,  se despereza de su modorra y pone en pie la primera ley que contempla la despenalización del derecho irrenunciable de las mujeres a interrumpir su embarazo. Quizás sea la punta de lanza para otros, la copiemos.
                Puede que suene a una crónica excesivamente positiva. Es una apuesta política, nada grande puede hacerse desde la tristeza (y no lo digo yo, nomás). Prefiero dejarle a nuestros enemigos ese siempre bien ejercido arte de desmoralizar. América Latina está llena de contrastes. Es cierto. Con países de avanzada y países que intentan. Con extrema pobreza y abundantes riquezas. Con pueblos más o menos dormidos. Se podría relatar, al infinito, la historia de estas tierras. Brasil, Paraguay y todos, cada uno inmerso en sus propios procesos, reconociéndose e intentando. Sabiendo que en el seno de la Latinoamérica profunda está la clave.

Hay un destino que es continental, o no será.

lunes, 5 de noviembre de 2012

Lluvia.





Lluvia. Copiosa lluvia.
Lluvia que moja la ventana,
ventana que ve transitar paraguas,
paraguas de todos los colores.
Que componen bellas tramas, que se entrecruzan con el agua,

que dan vida al cielo gris.
La lluvia que cae, la tormenta que no amaina
Y parece que va a caerse el mundo.
O a lavarse, quizás. ¿lavarse de que? ¿De quienes? 



Las gotas redondas, panzonas,
que me mojan las mejillas
aunque en vano intente

tapar mi cara bajo el paraguas.



Lluviecita quitapenas, lluviecita sanadora.
Que se hace rio manso
en los cordones de la vereda,

que fluye llevándose los restos
de noche porteña desorbitada.
La lluvia hecha lágrimas de una ciudad esquizofrénica
que la invoca cuando no está,
Y la detesta apenas llega.



Y yo la miro correr, ensimismada.

Fluyendo en su propio mundo.

De olores a agua dulce, de recuerdos de tormentas del caribe.
La miro y me sonrío,

porque aunque sea fiel hija de la luna y el sol,
me abrazo a la lluvia que
un día lunes furioso
me regala su espectáculo.



miércoles, 31 de octubre de 2012

La foto de Evita no te habla.



La foto de Evita no te habla.
Puede que te acompañe, casi como una estampita religiosa, o como un amuleto de la suerte, en tus noches más tristes.
Puede que sea la imagen deseada. La mejor imagen.
Puede que la busques como dogma, como verdad revelada. Incuestionable, sagrada.
Que eternices sus palabras, que idolatres sus múltiples imágenes... sus cabellos rubios teñidos al sol, ondeándose en el viento. La mirada aguerrida. 
El rodete inmortal y las perlas brillantes.
Que memorices una a una sus frases, que sirvan para justificar cada ocasión.

Puede que haya instantes en que la humanices, la vuelvas banal. Que sientas ganas
de contarle tus temores, que le pidas consejos.
Que la trates como guía, como amiga, como confidente.
Que la lleves como estandarte a la victoria. Lo entiendo, comparto tu convicción.


Puede además que te enojes, que la cuestiones, que la desidealices y la vuelvas a comprender. Que comprendas que no tiene respuestas a todas tus preguntas.
Justamente porque no te habla.

Al final de la noche, agotado de tanta actividad, de tanto traqueteo. Esa imagen objeto, imagen concepto, que genera tus más hondas ganas de superarte, de besar ese papel que cargás con tanto ímpetu, de aquí para allá.

Esa imagen es muda.

No puede responder a tu voz a la espera de consejos. No te devuelve la mirada, ni te sonríe, comprensiva. No hurga en tus incertidumbres y te ayuda a clarificar ideas.
No puede sino decir las palabras que, puestas en papel o grabadas, dijo hace tiempo.
No puede moverse, no te puede acompañar. No puede sino perpetuarse, inmortal en un instante como dibujo

Esa imagen no te besa, no te acaricia…
No hace con vos el amor.

Al caer la noche, en la coronación de un día largo.
La foto de Evita no te habla. 

miércoles, 10 de octubre de 2012

mi memoria



Existen momentos donde el mundo se llena de significados odiosamente tristes.
Momentos relámpago, un instante donde, pensando en cualquier cosa, esos significados cobran vida. Instante que se eterniza para ver, en aquel espacio impersonal, los retazos de nuestra historia que se desmigaja.
Momentos donde los intentos descomunales por exorcizar mis demonios chocan con tu recuerdo, persistente, en una parada de colectivo. Esa parada que nunca  siquiera nos identificó, donde hoy, aflora el recuerdo.

Tu recuerdo doloroso, tus memorias que resuenan como ecos en la piel. Recuerdo entonces, mi remera blanca recién perfumada y la certeza de que estabas arribando en aquel 168. Mi mezcla de nervios y un cierto enojo que circundaba nuestros últimos encuentros. Un no-se-qué de desconexión.
La cara de espanto, cuando me contaste ese secreto que te quemaba la piel, mis ganas irremediables que fuera mentira. Te juro, creí que era sólo una broma de mal gusto.
La charla, larga... el tiempo que se frena y ¡que ganas que tenia de besarte ese dia! Me quemaban los labios, pero también el orgullo. Las razones sinrazón que me diste,para decir que ya no estábamos conectados, caminando a la par.

Lo triste de la despedida, el abrazo con sabor amargo, cierta certeza que se estaba terminando algo de veras bello. Y lo peor, era que no se terminaba porque faltara amor (estoy convencida que el amor nos sobra) si no, simplemente, porque hoy no podemos estar juntos. 
Todas esas imágenes en la misma vereda, Solis esquina Independencia.


La puta que te extraño...

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Etérea.


‘Si te hacés pájaro, no olvides volar cielo arriba’

Cuando el mundo aparece más hostil de lo normal, cuando te tira para abajo, cuando su fuerza de gravedad es tan fuerte que no hay forma de hacerle frente.

Ahí es donde deseo haber nacido etérea, o metamorfosearme en pájaro y echar alas. Sentir el aire suave entre las plumas y saber, con todas las fuerzas, que me destino está en volar alto. Tan alto que los seres de la tierra no puedan distinguirme. Envolverme de aire para mecerme en sus nubes, para vibrar, desatada de todo hilo terrenal, cerquita del sol.

Volar y no sentir el peso del cuerpo, la violenta opresión del cuerpo como cárcel. La cruda realidad de su corrupción, de su finitud, de su progresivo deterioro. Ansío el aire como quien pretende, sin dejo de realidad, alcanzar la infinitud.

Deseo el aire para sentir menos. Volar cielo arriba para dejar en la tierra los rastros de humanidad. El miedo, tan tuyo, tan mío, tan de quienes se saben vulnerables y aún así, eligen dar el salto. Sin más certezas que la proximidad del otro en el momento de saltar. ¿Qué ocurre cuando lo que aguarda no es el río, sino el vacío mismo, la caída libre, en picada, el  terror de la desconexión, y por fin, la inesperada bifurcación?

Encapsular en la tierra todo miedo, volar río arriba, desprendida. Aunque eso implique, quizás, dejar atrás mi humanidad, lo que me define. Este sentimiento a flor de piel, estas preciosas lágrimas que se explayan como chorros de tinta que manchan mis mejillas.
Mi perenne tendencia a sonreír, aunque me asalte la tristeza más profunda.

Y allí, en el preciso instante de la conciencia de lo que se deja atrás, allí es cuando dudo. ¿vale la pena volar cielo arriba? ¿Vale la pena volar así, tan desatada, tan libre que me pierdo de ser yo?

¿Existirá, acaso, alguna otra forma de hacerme pájaro y echar alas?

domingo, 22 de julio de 2012

Memorias musicales.




Suele ocurrirme. Hay canciones que parecen haberse inspirado en momentos de mi vida. No creo que sea tan sólo mi percepción, supongo que muchos deben haber sentido el estremecimiento en el cuerpo, los escalofríos en la espalda y de inmediato dijeron “¡Esto, esto mismo me está pasando!”

Salio de casa y tras de sí
Dejó sus miedos
Y con el frío que sintió
Lloró de nuevo ya ves,
al caminar se tropezó con mi desvelo
y allí la tuve que abrazar bajo mi cielo ya ves...
A donde quiere ir si no la quieren ver

Sonó el tema de La Vela Puerca, y no pude evitar la catarata de imágenes que vinieron a mi cabeza. Tuviste que abrazarme bajo tu cielo la noche en que, perdida, acepté ir a tu casa. Sin entender del todo, o entendiendo tan poco que al día siguiente costó darme cuenta que estaba allí.
Miré el colchón contiguo, donde dormías plácidamente, te despabilé y otra vez, tuviste que abrazarme. Intentamos recomponer los fragmentos de historias, te susurré al oído que no te fueras, que no sabía dónde ir. Era tan cierto.

No me dio tiempo a discernir,
Si fue la compasión o fue mi porvenir.
Y ahora lo único que se
Es que aquel día fue, para lo que nací.

Sigue la canción, y también creo que me resuena a tu despedida en la parada del colectivo. El “nos vemos en estos días”, que mencionaste al pasar. Mi sorpresa al notar que realmente fue así. Quizás si fue el porvenir quien te trajo por accidente. Porvenir que trastocó mis planes, y me hizo encontrarte. Y no sé si fue para lo que nací, pero de seguro llenaste mi vida de nuevos sentidos. Puedo decir que intentamos ser felices.

“la vi cerrar los ojos y a toda prisa,
Bajó corriendo un lagrimón de pura risa, ya ves…”

Lágrimas. Nuestra intimidad tuvo tantas lágrimas…
Porque pensaba irme lejos, “¿y que vamos a hacer cuando andes con la mochila por América Latina?”, me decías. “Y ¿Qué voy a hacer sin vos?”, pensaba. Sin asustarme, dejándome envolver por los hilos del destino que van tejiendo la trama que mejor le parece.
Destino que supo tejer para mí una nueva oportunidad acá, y nuestras lágrimas de pura risa supieron encausarse.

“me habló de la sinceridad, de abrir las venas
De cuando me ponga a escribir valga la pena”

Algunas lágrimas charlatanas supieron dejar al desnudo todas las indecisiones. Los miedos. La terrible confusión. Mientras creí escribir algo que valiera la pena, el pasado transformado reapareció. Y se fue, de la misma forma, dejando tras de sí pedazos de existencias.

“Peleamos sin pelear
Ganamos sin ganar
Perdimos sin perder
Y ahora me queda la verdad,
De que yo ya no soy, si ella no quiere ser”

Así, exacto. Nos atravesó el miedo, como navajas, poniendo en duda los cimientos de un amor tan genuino, tan sincero. De tu parte y de la mía, ¿cómo es posible?, me pregunto sabbiendo que las palabras sólo van a chocarse con tu silencio. Si yo no quiero ser, no podíamos ser dos. Si vos no podés ser, de nada vale mi deseo de ser, renovada, a tu lado.

En ese momento decidí frenar el tema. A veces las melodías pueden ser tan tristes que nos es inevitable recordar con ellas las emociones sentidas en el preciso instante de pasado que se hace foto en la memoria.
Reapareció el estribillo, y las lágrimas brotaron a borbotones. Te extrañaba tanto.. los recuerdos flotaron, uno tras otro, y en mi cabeza fuiste el personaje principal. Uno nunca de amar a quien supo ser su compañero de ruta, menos con las emociones tan frescas a flor de piel.

“y hoy me arrimo, y hoy se queda”

Suena el final, y surgió en mi boca una pequeña sonrisa. ¿Qué pasaría si…? Si el destino se empeñara en encontrarnos al pasar. Una posibilidad, la chance de tener suerte. Esta vez. Hay un momento donde ese tipo de esperanzas, fundadas en el amor, se sostienen en vilo, se ponen entre paréntesis. Era eso lo que sos ocurría. Quizás hubiera entre nosotros un gran paréntesis, o este era el punto final. Quién sabe.

Cambió el tema, y con el quedó, encapsulado, el recuerdo de latente de nuestra historia de amor.

martes, 10 de julio de 2012

Despedida.


“Si estas manos entre acorde y acorde
Acordando se van de tu pelo
No hace falta, tanto cielo
Si la luna de tu piel no está…”

Mi mundo es un lugar tanto más triste desde que no lo habitas…
No te das una idea cuánto.
Con tu partida –temporaria o definitiva, hoy eso no tiene tanta importancia- una parte mía se fugó a hibernar. A esperar una nueva primavera, quizás. O simplemente a pasar el invierno.

Mi mundo de repente se llenó de quizases, de talveces, y de muchos puede ser. Infinitos peros, nublan los paisajes.

Mi mundo ya no es completamente mío.

Si supieras la cantidad de pequeñeces que no puedo compartir más con nadie, porque no tienen para ellos el mismo sentido que tenían para vos y para mí.

Aunque lloro muchos menos, tu recuerdo no desaparece. Al contrario, persiste, se escabulle escondiéndose de mis ansias de olvidar, para seguir. Olvidar que queda sólo en ansias.

El mundo se volvió un poquito más gris.
Más pesado, ligeramente más lento.

Tu paso firme por mi existencia definió un rumbo. Hay un antes y un después de vos. Y hay también, un deseo interno, rebelde, que me da ciertas esperanzas. Aunque sean cada vez más lejanas y sienta, que hoy tienen que hibernar.

Cualquiera sea el desenlace, mi mundo no volverá a ser nunca lo que fue.

Gracias.
Perdón por no ser eso que esperabas.
Yo te perdono por no haberte animado.

lunes, 11 de junio de 2012

Sintiendo Ajeno


Cuando lo volví a cruzar, de casualidad caminando por la calle, no lo reconocí. Me costó descubrirlo, aunque era sin dudas él. El porte, el pelo enmarañado, los dientes blanco perfectos asomando por la boca casi siempre entreabierta. Pero no, algo raro había. Los ojos, eran otros. O parecían otros. Había un no sé qué de extrañeza en toda su persona.

Nos cruzamos sin querer, caminando para lugares opuestos. Nos chocamos, no pudimos evitar el roce y, a riesgo de que no lo crean, la electricidad que nuestros cuerpos generaron. Increíble. Tuvimos que sentarnos, nos mirábamos como si hubiésemos visto fantasmas en los ojos del otro. Y, bendita casualidad, ese mismo banco de plaza que nos encontró, era donde nos habíamos despedido, tiempo atrás, estaba como esperándonos. Sentados, mudos, con los árboles de octubre desprendiendo un aroma hipnotizante.

-¿Cómo estás?- atiné a decir, mirando hacia abajo.

- Desmembrado- dijo, luego de un momento. Sus respuestas siempre fueron para mí más enigmas que otra cosa.

-Desmembrado- me repitió, sonriendo. Esos labios parecían tan distintos a los que supe besar con pasión. Recuerdo que pensé que quizás fuera verdad, aquello que dicen que el enamorado es, en gran medida, el producto del amor que imprimimos en el otro. Como una extensión de nuestros propios deseos, de nuestras idealizaciones.
Sonrió nuevamente, y casi en un exabrupto de palabras, empezó a contarme la historia de su vida luego de mí. Su tristeza infinita cuando vio nuestros caminos separarse.

-Hace mucho que no te veía, estás casi tan linda como antes- el casi me dolió.

-Vos estás distinto, no sé. Esos ojos, son otros. ¿Qué tenés?

-No son míos- dijo, mientras lo miraba atónita. Era cierto, parecían más grandes y levemente más verdes.

-No me jodas, dale, ¿cómo no van a ser tuyos?

- Es cierto boba, no te jodo. No son míos, como tampoco las manos, ni los lóbulos de las orejas, ni los labios- y fue de a poco mostrándome las cicatrices. Como injertos. Parecía un muñeco remendado y no pude evitar sonreír.

-Pero ¿Que pasó? ¿Por qué te cambiaste partes del cuerpo?

-Tenía que olvidarte- contestó, luego de unos momentos. -Tenía que olvidarte y no se me ocurrió otra forma. Juré que, en cada pensamiento que te aparecieras, iba a sacarme de encima tu recuerdo. Cuanto te fuiste, lo que más persistía era el recuerdo de tus besos, rozando las orejas. Probé sacándome los lóbulos, en intercambiándolos con un amigo. Ya no sentía tus besos infinitos en las orejas.

Después vinieron las manos. Sentía mis manos acariciando tu cuerpo. No aguanté mucho y las intercambié. Será otro el que sienta la textura de tu piel. Por un tiempo puedo decir que fui feliz. Pero una noche me levanté soñando que iba a buscarte y decirte lo mucho que te extrañaba. Ahí fue que intercambié los labios y de paso algunas cuerdas vocales.

Calló por un momento, mientras lo miraba, con una mezcla de incredulidad y tristeza. –Y los ojos, ¿por qué los cambiaste?
-Te veía por todos lados, en los rincones de la casa, en cada plaza y entre mis libros. Necesitaba que desaparecieras, desesperadamente. Cuando los intercambié, suprimí tu imagen, dejé de verte. Conseguí ojos nuevos, quizás más aburridos pero menos complicados.

Sonreí, lo miré. Aún con partes del cuerpo de otros, no dejaba de ser hermoso. Siempre tan transparente, tan literal. Hacía lo que pensaba sin mucha mediación.
Me acerqué, toqué con mis manos las suyas, renovadas. Me miró, perturbado. Sentí el roce, el mismo de siempre. No importaba que tanto tiempo hubiera pasado, nuestras conexiones estaban intactas.

-Ay… ¿sentís? Es lo mismo, tenga o no manos de otro. Tu ser está prendido a mí… ¡No te vas!- Alejó sus manos, rápidamente.

-Es que no son las manos las que sienten- le dije, y me acerqué a su pecho.- Este bobo está marcándote el recuerdo. Mirá como late, tanto como el mío- agregué, tomándole la mano y sosteniéndola en mi pecho. –Yo te guardo dentro, encapsulado. No necesité desmembrarme… doliste tanto, no te imaginás. Doliste como duelen los grandes amores. Porque sé, lo sé. Fuiste lo mejor. Lo mejor de todo.

Me miró, nuevamente. Y entonces allí ocurrió, la transformación. Se metió las manos dentro del pecho, con tanta fuerza que lo partió en dos. Extrajo su corazón, latiendo, pesado. Sangraba tanto que aún conservo la imagen roja brillante en mi recuerdo. Brotaba, interminable, terrible, y no hubo nada que pudiera hacer. Nada.
Muda, vi cómo apoyaba su corazón junto al banco de la plaza.
Nuestro banco, nuestra plaza.

Cuando se incorporó, ya no era el mismo. Me miró sin verme, se acercó y me dio un beso. ¡Su boca estaba tan insípida! Tan extraña. Se alejó caminando y en mi cabeza sólo podía ver la sangre, brillante, y un fantasma de lo que supo ser, caminando lejos de mí.


Era octubre, en un banco de plaza, con el sol arrebolando las mejillas. Creo que nunca volví a sentir tanto, tanto frío.

sábado, 28 de abril de 2012

Memoria Corporal


Roces, texturas, sabores que se sienten en la piel del otro.
Formas. De acariciar, de explorar…
El cuerpo es la mejor memoria. Mucho mejor que la mente, que selecciona, omite, enaltece y desprecia.

Muy al contrario, el cuerpo me muestra
milímetro por milímetro, cada pliegue de mi historia.

El cuerpo, mi cuerpo, recuerda. Recordó tus caricias, las marcas que fuiste dejando.
Sellando mi piel a fuego y enseñando
que el olvido es cosa de tontos.
Que siempre es más bonito acumular recuerdos.

Y como nunca dejaste de estar en mí, tu llegada a mi cuerpo fue una explosión.
Supe internamente que reavivarías los viejos sentimientos, enterrados a conciencia y te dejé hacer. Lo sabía, yo lo sabía.
Y quise dejarte. Porque el cuerpo siempre te recibió con ahínco,
no sería esta la excepción.

Tocaste, lamiste, besaste. Toqué, lamí, besé. Recorrimos caminos sinuosos, por las puntas de nuestros dedos. Apareció, de lleno, lo nuestro tan nuestro, que por un instante cristalino creí que volveríamos. Al nosotros, otra vez. A probar.

Pero el cuerpo sabía, también, que no es cosa de andar forzándolo. Encorsetándolo en un tiempo y espacio, no puede.
Recordó las lágrimas con tus caricias. Las tristezas acumuladas, No supo cómo reaccionar frente a tu venida inesperada.

Dejó irte. Guardando los recuerdos,
acumulando milímetros de historias,
anhelos de futuras vueltas.

El cuerpo recuerda,
y lo que recuerda no se olvida.

domingo, 15 de abril de 2012

Partir.

Decir adiós con la mente
Dejar atrás atisbos de historias…
Risas, muchas risas.
Explosiones, benditas tus explosiones
que entran por los poros
y  me hacen quemar de tanto fuego por dentro.

Dejar atrás la conexión, inexplicable
entre nuestras existencias.
Ahí donde las palabras llegan y se entrechocan
se entienden, se acarician…

Eso que es nuestro. Y de nadie más.

Decir adiós sabiendo todo eso.
Adiós, hoy, a aquello que no va a ser.

Adiós, porque no puedo. No tengo la fuerza
No es mi tiempo, nuestro tiempo,
de dejar fluir los hilos invisibles,
de que se urdan en trama de mil colores.
Esos hilos que nos unen, y que irremediablemente
me hacen tender a vos.

Adiós con tristeza
Pero con plena intuición, de que hoy
hoy
No sirvo.
Para eso que late entre nos.

jueves, 5 de abril de 2012

amor a alejandra.


Una mirada desde la alcantarilla

puede ser una visión del mundo



la rebelión consiste en mirar

una rosa

hasta pulverizarse

los ojos.-



domingo, 22 de enero de 2012

desamparo.

Como un barco en medio
del océano

Buscando sin consuelo
orilla donde encallar,
Puerto en donde
echar amarras

Barquito obnubilado
Por la oceánica inmensidad.

Como quien se siente náufrago
Aún antes de partir
Mucho antes de sentir
El agua fría que roza el cuerpo.

Desesperado intento de hacer pie
cuando sabemos
¡Sabemos!
que el mar
es tanto más hondo…