domingo, 22 de julio de 2012

Memorias musicales.




Suele ocurrirme. Hay canciones que parecen haberse inspirado en momentos de mi vida. No creo que sea tan sólo mi percepción, supongo que muchos deben haber sentido el estremecimiento en el cuerpo, los escalofríos en la espalda y de inmediato dijeron “¡Esto, esto mismo me está pasando!”

Salio de casa y tras de sí
Dejó sus miedos
Y con el frío que sintió
Lloró de nuevo ya ves,
al caminar se tropezó con mi desvelo
y allí la tuve que abrazar bajo mi cielo ya ves...
A donde quiere ir si no la quieren ver

Sonó el tema de La Vela Puerca, y no pude evitar la catarata de imágenes que vinieron a mi cabeza. Tuviste que abrazarme bajo tu cielo la noche en que, perdida, acepté ir a tu casa. Sin entender del todo, o entendiendo tan poco que al día siguiente costó darme cuenta que estaba allí.
Miré el colchón contiguo, donde dormías plácidamente, te despabilé y otra vez, tuviste que abrazarme. Intentamos recomponer los fragmentos de historias, te susurré al oído que no te fueras, que no sabía dónde ir. Era tan cierto.

No me dio tiempo a discernir,
Si fue la compasión o fue mi porvenir.
Y ahora lo único que se
Es que aquel día fue, para lo que nací.

Sigue la canción, y también creo que me resuena a tu despedida en la parada del colectivo. El “nos vemos en estos días”, que mencionaste al pasar. Mi sorpresa al notar que realmente fue así. Quizás si fue el porvenir quien te trajo por accidente. Porvenir que trastocó mis planes, y me hizo encontrarte. Y no sé si fue para lo que nací, pero de seguro llenaste mi vida de nuevos sentidos. Puedo decir que intentamos ser felices.

“la vi cerrar los ojos y a toda prisa,
Bajó corriendo un lagrimón de pura risa, ya ves…”

Lágrimas. Nuestra intimidad tuvo tantas lágrimas…
Porque pensaba irme lejos, “¿y que vamos a hacer cuando andes con la mochila por América Latina?”, me decías. “Y ¿Qué voy a hacer sin vos?”, pensaba. Sin asustarme, dejándome envolver por los hilos del destino que van tejiendo la trama que mejor le parece.
Destino que supo tejer para mí una nueva oportunidad acá, y nuestras lágrimas de pura risa supieron encausarse.

“me habló de la sinceridad, de abrir las venas
De cuando me ponga a escribir valga la pena”

Algunas lágrimas charlatanas supieron dejar al desnudo todas las indecisiones. Los miedos. La terrible confusión. Mientras creí escribir algo que valiera la pena, el pasado transformado reapareció. Y se fue, de la misma forma, dejando tras de sí pedazos de existencias.

“Peleamos sin pelear
Ganamos sin ganar
Perdimos sin perder
Y ahora me queda la verdad,
De que yo ya no soy, si ella no quiere ser”

Así, exacto. Nos atravesó el miedo, como navajas, poniendo en duda los cimientos de un amor tan genuino, tan sincero. De tu parte y de la mía, ¿cómo es posible?, me pregunto sabbiendo que las palabras sólo van a chocarse con tu silencio. Si yo no quiero ser, no podíamos ser dos. Si vos no podés ser, de nada vale mi deseo de ser, renovada, a tu lado.

En ese momento decidí frenar el tema. A veces las melodías pueden ser tan tristes que nos es inevitable recordar con ellas las emociones sentidas en el preciso instante de pasado que se hace foto en la memoria.
Reapareció el estribillo, y las lágrimas brotaron a borbotones. Te extrañaba tanto.. los recuerdos flotaron, uno tras otro, y en mi cabeza fuiste el personaje principal. Uno nunca de amar a quien supo ser su compañero de ruta, menos con las emociones tan frescas a flor de piel.

“y hoy me arrimo, y hoy se queda”

Suena el final, y surgió en mi boca una pequeña sonrisa. ¿Qué pasaría si…? Si el destino se empeñara en encontrarnos al pasar. Una posibilidad, la chance de tener suerte. Esta vez. Hay un momento donde ese tipo de esperanzas, fundadas en el amor, se sostienen en vilo, se ponen entre paréntesis. Era eso lo que sos ocurría. Quizás hubiera entre nosotros un gran paréntesis, o este era el punto final. Quién sabe.

Cambió el tema, y con el quedó, encapsulado, el recuerdo de latente de nuestra historia de amor.

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