miércoles, 31 de octubre de 2012

La foto de Evita no te habla.



La foto de Evita no te habla.
Puede que te acompañe, casi como una estampita religiosa, o como un amuleto de la suerte, en tus noches más tristes.
Puede que sea la imagen deseada. La mejor imagen.
Puede que la busques como dogma, como verdad revelada. Incuestionable, sagrada.
Que eternices sus palabras, que idolatres sus múltiples imágenes... sus cabellos rubios teñidos al sol, ondeándose en el viento. La mirada aguerrida. 
El rodete inmortal y las perlas brillantes.
Que memorices una a una sus frases, que sirvan para justificar cada ocasión.

Puede que haya instantes en que la humanices, la vuelvas banal. Que sientas ganas
de contarle tus temores, que le pidas consejos.
Que la trates como guía, como amiga, como confidente.
Que la lleves como estandarte a la victoria. Lo entiendo, comparto tu convicción.


Puede además que te enojes, que la cuestiones, que la desidealices y la vuelvas a comprender. Que comprendas que no tiene respuestas a todas tus preguntas.
Justamente porque no te habla.

Al final de la noche, agotado de tanta actividad, de tanto traqueteo. Esa imagen objeto, imagen concepto, que genera tus más hondas ganas de superarte, de besar ese papel que cargás con tanto ímpetu, de aquí para allá.

Esa imagen es muda.

No puede responder a tu voz a la espera de consejos. No te devuelve la mirada, ni te sonríe, comprensiva. No hurga en tus incertidumbres y te ayuda a clarificar ideas.
No puede sino decir las palabras que, puestas en papel o grabadas, dijo hace tiempo.
No puede moverse, no te puede acompañar. No puede sino perpetuarse, inmortal en un instante como dibujo

Esa imagen no te besa, no te acaricia…
No hace con vos el amor.

Al caer la noche, en la coronación de un día largo.
La foto de Evita no te habla. 

miércoles, 10 de octubre de 2012

mi memoria



Existen momentos donde el mundo se llena de significados odiosamente tristes.
Momentos relámpago, un instante donde, pensando en cualquier cosa, esos significados cobran vida. Instante que se eterniza para ver, en aquel espacio impersonal, los retazos de nuestra historia que se desmigaja.
Momentos donde los intentos descomunales por exorcizar mis demonios chocan con tu recuerdo, persistente, en una parada de colectivo. Esa parada que nunca  siquiera nos identificó, donde hoy, aflora el recuerdo.

Tu recuerdo doloroso, tus memorias que resuenan como ecos en la piel. Recuerdo entonces, mi remera blanca recién perfumada y la certeza de que estabas arribando en aquel 168. Mi mezcla de nervios y un cierto enojo que circundaba nuestros últimos encuentros. Un no-se-qué de desconexión.
La cara de espanto, cuando me contaste ese secreto que te quemaba la piel, mis ganas irremediables que fuera mentira. Te juro, creí que era sólo una broma de mal gusto.
La charla, larga... el tiempo que se frena y ¡que ganas que tenia de besarte ese dia! Me quemaban los labios, pero también el orgullo. Las razones sinrazón que me diste,para decir que ya no estábamos conectados, caminando a la par.

Lo triste de la despedida, el abrazo con sabor amargo, cierta certeza que se estaba terminando algo de veras bello. Y lo peor, era que no se terminaba porque faltara amor (estoy convencida que el amor nos sobra) si no, simplemente, porque hoy no podemos estar juntos. 
Todas esas imágenes en la misma vereda, Solis esquina Independencia.


La puta que te extraño...