Existen momentos donde el mundo se llena de significados
odiosamente tristes.
Momentos relámpago, un instante donde, pensando en cualquier
cosa, esos significados cobran vida. Instante que se eterniza para ver, en
aquel espacio impersonal, los retazos de nuestra historia que se desmigaja.
Momentos donde los intentos descomunales por exorcizar mis
demonios chocan con tu recuerdo, persistente, en una parada de colectivo. Esa
parada que nunca siquiera nos identificó,
donde hoy, aflora el recuerdo.
Tu recuerdo doloroso, tus memorias que resuenan como ecos en
la piel. Recuerdo entonces, mi remera blanca recién perfumada y la certeza de
que estabas arribando en aquel 168. Mi
mezcla de nervios y un cierto enojo que circundaba nuestros últimos encuentros.
Un no-se-qué de desconexión.
La cara de espanto, cuando me contaste ese secreto que te
quemaba la piel, mis ganas irremediables que fuera mentira. Te juro, creí que
era sólo una broma de mal gusto.
La charla, larga... el tiempo que se frena y ¡que ganas que
tenia de besarte ese dia! Me quemaban
los labios, pero también el orgullo. Las razones sinrazón que me diste,para
decir que ya no estábamos conectados, caminando a la par.
Lo triste de la despedida, el abrazo con sabor amargo,
cierta certeza que se estaba terminando algo de veras bello. Y lo peor, era que
no se terminaba porque faltara amor (estoy convencida que el amor nos sobra) si
no, simplemente, porque hoy no podemos estar juntos.
Todas esas imágenes en la misma vereda, Solis esquina Independencia.
La puta que te extraño...
Sos hermosa!
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