domingo, 24 de abril de 2011

Re-cordis


Camino por la calle que solía ser mía y tuya, me inmiscuyo en tu barrio.

No es una calle solamente, es un mundo de recuerdos, que aparecen de improvisto, y me impiden borrarte.

Aunque quisiera.

No se puede borrarte así como así.

Camino despacio y veo tu cara, y huelo el perfume de tu pelo.

Es inevitable sentir que la respiración se agita, como la primera vez que caminé por acá, con algo de miedo, sin saber muy bien porqué un miércoles a la mañana iría a desayunar con vos.

Sin entender nada, aceptándolo todo sin tanto reparo.

Y si cierro los ojos mientras doblo la esquina, te veo a vos. A tu bicicleta, a tus pantalones a cuadritos y tus muchas ganas de leerme las poesías más hermosas que ni vos ni yo vamos a escribir jamás.

Las risas, incontenibles.

El primer abrazo, por ahí cerca también. O no tanto.

Cuando caminamos demasiadas cuadras sin animarnos a decirnos eso que nos quemaba la lengua, a no aceptar que entre los dos había hilos invisibles que nos unían. Sin siquiera habernos tocado.

Y cuando recuerdo, recuerdo todo. La salida trunca de tu casa, cuando éramos conscientes de nuestro andar desparejo. Las cuadras en silencio.

Los caminos desencontrados.

Los pasos que se agigantaban mientras me alejaba de aquello

que parecía tan perfecto…

Recordarte es hacerte revivir en cada esquina.