(2010)
Cierro los ojos y puedo verte. Sin tanto complejo y con
mucho descaro lográs hurgar en los rincones más íntimos y recónditos, y me
sorprende mi dejarte hacer. Quizás con un poco de miedo. Pero sin reparos.
No, miedo no es la palabra. ¿Quizás ansiedad?
Interrogo tus formas con mis manos, descubro puntos
escondidos, exploro tus huecos.
¿Te das cuenta que dejamos fluir las miserias, haciendo
enormes las sonrisas y engrandeciendo esto tan lindo que nos une?
Yo me miro y noto que fluye. Fluye la energía como caudales
de agua desprovista de represa. Agüita liberada de penas, agua cristalina con
destellos tímidos de horizontes que no conoce y tampoco sabe si quiere conocer.
A estas alturas, ¿Quién sabe algo?
Me deslumbra encontrarnos y que tu piel se entienda tanto
con la mía. Nos faltaba eso, ya nos habíamos deslumbrado con palabras y frases
bonitas.
¿Cómo haces? Me hundo en tu pecho, y se disipan los
fantasmas amenazantes que, sin permiso se interponen entre tu piel y la mía.
Esos fantasmas distintos y compartidos.
Me descubro vulnerable y te lo regalo de mis manos.
Encontraste en mí salida a lo que querías decir. Catarsis. Sin llanto. Con
profundo respeto.
Te escucho sabiendo que quiero seguirte escuchando, te
escucho encantada de tu catarsis, asustada de que sea yo en quien puedas
descargarte, asombrada de lo fáciles que resultan las respuestas cuando la piel
que oprime no es la propia.
Leo entonces las líneas de tus caderas, y dibujo soles de
mil formas con mis labios.
Es tan grande lo que surge cuando descubrís mi indefensión;
te la apropias y la reinventas a tu forma, sin apuros. Te dejo que sigas
interrogando mi humanidad…
No tengo todas las respuestas, tan sólo las de hoy.
Encontraré las respuestas a nuevas preguntas cuando sea oportuno.
Encontraré las respuestas a nuevas preguntas cuando sea oportuno.
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