domingo, 19 de mayo de 2013

confesiones porteñas


Buenos Aires es arte, escribiste alguna vez, mientras la retratabas como si siempre hubieras merodeado por sus calles, como si conocieras cada recoveco, cada escondite mágico donde la ciudad se nos revela, misteriosa y eterna, tan poco nuestra como los cuerpos que hoy habitamos, transitoriamente, en este tiempo.

Buenos Aires es arte, entre otras cosas, porque tiene tesoros escondidos. Caminando por Entre Ríos  bien cerquita del Congreso, un día de sol sin apuro, me encontré ese balcón.
Precioso. Perfecto. Escondido detrás de un árbol  camuflado entre edificios comerciales, carteles y mucha mugre.
Quizás fue que iba sin correr, por una vez en mucho tiempo, o quizás fue que tenía que levantar justo la vista para encontrarlo.
Debo admitir que me quedé, sonrisa de dientes enormes, quietita, saque mi celular e intenté conservar una postal, una ínfima postal de una ciudad que cambia, constantemente ante nuestros ojos.
En momentos de tanta especulación inmobiliaria, de tanta reliquia arquitectónica vendida al mejor postor, encontrar ese balcón fue un alivio.

Gracias por mostrarme, en las letras, un Buenos Aires que ya conocía, pero que redescubrí...

Esta ciudad extrañará tus rios de tinta.

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