miércoles, 27 de octubre de 2010

Despertares


(I)



Y cierto día, la princesa Rapunzel se cansó de esperar. Se empalagó hasta el hartazgo de cuentos de príncipes y caballeros que socorren damicelas en peligro. Vio por primera vez su torre y cayó en la cuenta de su encierro.Y ahí fue que dejó de creer en princesas insípidas e infinitamente pacientes, que aguardan algún valiente que las fuera a rescatar. Miró su rubia y larga cabellera, sagrado mandato familiar de no cortarla; era preciso hacerlo sólo cuando apareciese 'aquel apuesto caballero'. Al diablo. Tomó las tijeras que guardaba entre las telas de su vestido y cortó cortita su melena.


Es que estaba cansada de imaginar en sueños realidades imposibles, cansada de la pasividad de su mandato, cansada de su belleza, de su pelo sedoso y por sobre todas las cosas, de su supuesto príncipe, aquel sapo repugnante que no iba a aparecer.


Los príncipes azules no existen, susurraba para sí, mientras saltaba de la torre con sus cabellos hechos trenzas de lianas. Rapunzel se burló del destino de noble princesa que le esperaba, y escapó.



(II)



Y mientras corría, Rapunzel dejó caer un par de lágrimas: era imposible no extrañar un pasado que fue tan.. suyo, que era o parecía ser tan cierto, que era. El pasado es un tiempo verbal que suele doler hasta los huesos. Y por más que se repitiera con firmeza ‘¡los príncipes azules no existen!’ ‘¡Los príncipes azules NO existen!’, hay que ser muy fuerte para hacer tabla rasa de tantos años de encierros y anhelos desvelados.


Hay que tener el coraje de tomar la vida y moldearla de nuevo. Si bien la princesa podía y tenía el espíritu listo para tal tarea…. A veces flaquea. Como en aquel momento. Y sus lágrimas daban cuenta que había mucho por purgar para poder ver más allá del dolor y sentir que existían en ella las fuerzas para sortear el destino.


Creía que con sólo saltar la torre, las dificultades iban a quedar atrás….y entonces dejó de correr. Miró su reflejo en el lago, después de varias horas… y se noto distinta. Vio que los ojos apuntaban a lo alto y supo que le esperaban grandes cosas por ver. Miró los vestidos desgarrados por la caída, y (no sin algo de lástima) los terminó de desgarrar. Nada de la antigua princesa debía quedar en pie. Nada salvo esa firmeza de carácter que la hizo saltar… para ser una nueva mujer había que poner punto final a la princesa cautiva en la que se había transformado.



Y sólo debía hacer una cosa. Lentamente, respirando muy profundo… dejó caer al fondo del lago sus doradas trenzas. Sonriente, y aliviada, se dispuso a caminar

1 comentario:

  1. autobiografía de una almaventurera.
    coletazo de inspiración que busca la libertad.
    la costumbre y la tradición como cadenas.
    disfrutar la magia de la incertidumbre.
    vivir el segundo mágico a la manera extrema.
    meterte en el bosque y buscar la fruta más rica.
    encontrar un pájaro, hacerlo amigo, y acariciarlo.
    desafíos para un espíritu libre.
    la flor más bella, la quiero en mi jardín.

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